Entré al depto. del Guille, por segunda vez, para escucharlo, para extraer de su mente, alguna pista, para conocerlo más íntimamente, para terminar con esta historia atrapante para mí , por lo peligrosa, por lo inquietante, absurda, ahora desdibujada por la manera en que la encaró el "gordo" en la visita anterior..

Se encendio un cigarrillo con filtro, aspiró profundamente, se repatingó en su sillón preferido que ya poseía perfectamente demarcados todos los accidentes orográficos de su cuerpo, sus pantorrillas, sus glúteos, hasta sus creadillas, la espalda y su cabezota porcina, esa cabezota que era para mí, por lo que encerraba, una asignatura pendiente.

Lo miré largamente, ni siquiera respiraba yo , para que el no se viera interrumpido o cohibido por mi presencia, ya que su ensimismamiento llegaba a parecerme como que no sabía que yo estaba allí, parecía hundido en su subconsciente , aletargado, como bajo los efectos de un hipnótico, vegetativo, zombie...

De pronto pareció volver a la vida, a su estado consciente, se incorporó para renovar la dosis infaltable de su whisky, entrecerró los párpados, como era su costmbre, con la intención, quizá de mejorar el foco sobre las imágenes que evocaba, para tenerlas más nítidas y accesibles para el relato que aparentemente iba a comenzar ..

Casi sin pensarlo, me tomé el atrevimiento de servir un whisky con 2 cubos de hielos para mí, me acomodé en mi asiento y puse mis oídos en la mejor sintonía para escuchar la historia del Guille.

Con voz suave, casi desconocida , describió a sus viejos, la vinería familiar, sus hazañas estudiantiles, sus novias..

Termiando el primario ingresó a un colegio secundario para tratar de tener su título de bachiller, porque su intención era la de estudiar abogacía, y en esa carrera la subespecialidad de derecho penal, que lo seducía desde pequeño, cuando veía las series policiales, en lo cinematógrafos de continuado en la avenida Corrientes, en ese entonces como decía el querido Roberto Gil, la calle que nunca duerme..