Tuesday, May 02, 2006

Tuve que salir a la calle a pesar del buen sabor. No recuerdo si era de día, sólo sé que no era noche y me dolían las encías. Un autobús parecía esperarme y no quise desilusionarlo: me subí. No sabía donde me llevaría, por lo que mi ánimo era el mejor. Escuché una risa detras mío. Seguí mirando por la ventanilla pero me pareció reconocer su mano sobre mi pelo. No miré atrás. Sentía su mirada en mi nuca. Era gracioso.

-Tal vez bebí demasiado- me dije sin sorprenderme, aunque sabía que la bebida no era el mejor antídoto.

Estaba pasándola bien, imaginando otros lugares para su mano, cuando el autobús frenó de golpe. Ante el desconcierto del pasaje, dos hombres altos, vestidos de negro, subieron la escalerilla con pistolas en sus manos. El griterío fue total y no duró mucho. Lo acallaron los disparos mortales. Los hombres barbudos dispararon a alguien detras mío y bajaron velozmente por la puerta trasera. El silencio y el horror se dieron la mano en el coche. Yo seguía mirando fijo hacia adelante. El conductor del autobús se paró de improviso y se apuró a llegar al asiento a mis espaldas. Recién cuando pasó miré al suelo. La sangre del Guadalquvir corría por el piso peleando por llegar a la puerta delantera. Temí lo peor por esa mano conocida. Recién ahí giré para ver la escena. El mar rojo se adueñó de mí. Yo fui testigo. No recuerdo bien pero creo haber vomitado. No hubo ni un gesto de caballerosidad ante la muerte. Reconozco mi debilidad. Su mano todavía estaba caliente. Y entonces maldije a la muerte.

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